domingo, 24 de junio de 2007

Último día

La besó profundamente, casi con desenfrenada pasión. La noche llegaba a su fin. Los sueños se despedían con el estallido de los fuegos artificiales sobre el oscuro horizonte del mar. Observaron anonadados la metáfora de esos días. Se volvieron a besar. La gente se empezó a mover, empezaba el triste desfile de despedida. Una lágrima le recorrió por la mejilla. La detuvo con su dedo. Se tomaron de la mano y se unieron al desfile. Era triste. Era bonito. Pero sobretodo era triste. Andaron cogidos de la mano toda la procesión. Recorrieron todas las calles del pueblo, las mismas que hace días atravesaron corriendo en la guerra de avellanas y por entre los caballos. Todo se acabó. Ella le soltó la mano y se despidió. Tras el último beso no la vió marchar. El sol despuntó tan fuerte que todos cegados se rindieron ante Lorenzo.
Lágrimas en lo ojos.


Fhil

sábado, 23 de junio de 2007

I love the rain the most when it stops

Ésta es la historia real de una amiga. No solía hablarme de su vida sexual; según ella no tenía mucho que contar. Había salido con muchos chicos pero todos, decía, eran nefastos en la cama. Demasiado lentos y empalagosos, o rápidos y secos. Están los que preguntan constantemente a la chica cuánto falta para que llegue al orgasmo, los que en vista del “éxito” se exceden con los dedos tras el coito, los que son demasiado delicados para el sexo oral, o los que obligan a una a ducharse después de tanto lengüetazo. También los hay que muerden demasiado los pezones, que pasan de caricias en la espalda, o que no besan el ombligo. Unos llevan boxers demasiado ajustados, otros calzoncillos poperos o infantiles y los que llevan gallumbos de cuadros no se quitan los calcetines al hacerlo.

Como os contaba, no estaba satisfecha pero poco tardó en remediarlo. Todas las mañanas, al levantarse, subía un poco la persiana para sentirse observada, ponía música y se masturbaba. La mayoría de las veces, con orgasmo. Después, ducha y al trabajo. Visitaba el sexshop del centro una vez por semana. Estaba aficionada a los consoladores y lubricantes, y sentía interés por cualquier objeto que pudiera darle placer. Una cosa no quitaba a la otra y continuaba, siempre que podía, acostándose con chicos. Lo que sí iba de mal en peor era la idea que tenía de éstos. −Nosotros no los necesitamos, Berta. Total para lo que hacen. Lástima que no podamos acariciarnos a nosotras mismas en según qué zonas− opinaba.

Pero aquella mañana, me confesó en el trabajo, no se había masturbado. Nunca, ni siquiera ella sola, había sentido el cosquilleo de la noche anterior. Le conoció en un bar, charlaron y bebieron toda la noche. Él se ofreció a acompañarla a casa, ella le invitó a subir para prestarle el CD del que le había hablado y juntos se desnudaron lentamente mientras Joe Purdy recitaba cantando de fondo. Todavía se le erizaba la piel al recordarlo.
−Se llama amor a primera vista−, le dije yo.


Inma

La montaña rusa

Empieza sin prisas, más bien despacio; bien por la incertidumbre, o por el miedo. Pero enseguida quiere más. Aumentan el deseo y la velocidad; se dispara la adrenalina. Acto seguido, un efusivo descenso. Al llegar abajo, valga la redundancia, BAJÓn. Por monotonía, aburrimiento, desilusión, inapetencia o ganas de más. El año que viene, dios dirá.

Nunca sube a la montaña rusa; le basta y le sobra con su vida amorosa.


Inma

viernes, 22 de junio de 2007

El tesoro

Había encontrado su tesoro. El tesoro. Se encaramó a la caja apoyando todo su peso sobre ésta, y sin darse cuenta se ladeó haciendo tumbar la caja. Al caer un montón de juguetes salieron disparados por el suelo. La cara de Isaac se le iluminó haciendo abrir sus ojos como platos, y luciendo una risita nerviosa. Se puso en pie con algo de torpeza y empezó a mirar todos los juguetes orgulloso por haber encontrado el tesoro de su tío pirata sin el mapa. Empezó a coger todos los muñecos y trastos de divertimento y a colocarlos sobre una mesa que se encontraba despejada. Los organizaba para observarlos, de igual manera que si estuvieran en una vitrina, y decidir con cual empezaría su nueva aventura, la decisión no era fácil, pues el final de una marcaba el principio de otra. Su tío pirata lo observaba desde la puerta, escondido en la sombra y disfrutando de su mayor tesoro.


Fhil

miércoles, 20 de junio de 2007

Despierta cronopio

Una mañana despertó, y se despertó cronopio. No preguntéis qué hizo después; es un cronopio, está claro. Lo bueno de ser cronopio es que todo le hacía feliz, aunque también es verdad que cualquier cosa lo disgustaba tanto que lo hundía en las más miserables depresiones que puedan existir, pero lo bueno es que con sólo ver caer y deslizarse por el aire una hoja de papel se le iban las penas, lo malo era que cuando tocaba tierra la magia se iba y rompía a llorar desconsolado. Así es ser cronopio. El caso es que se levantó, fue al baño y se puso muy feliz al mirarse en el espejo y ver que no estaba sólo en su casa, lo que pasó es que empezó a caerle mal porque no paraba de hacerle burla y acabó por no hablarle. Cada mañana era la misma historia, pero ya sabéis como son los cronopios, aprenden tantas cosas al cabo del día que tienen que ir olvidando las primeras que aprenden para dejar paso a las nuevas.


Fhil

martes, 19 de junio de 2007

Atlas

Miró de reojo a uno de sus lados y observó como Heracles sin decir nada ni inmutarse, le hincaba el diente a una de las manzanas doradas del jardín. Luego desvió su mirada en la dirección contraria, y observó a Aquiles mofarse de él, reprochándole su destino y su mal fario. Las dos figuras que contemplaban el espectáculo se quedaron mirando el horizonte, pues de él surgió un muchacho joven y apuesto, también masticando una manzana. Se paró ante el gigante, observándolo con tristeza, mientras que los dos héroes reiniciaron sus mofas. El muchacho que se presentó como Paris, les ordenó que cesaran las burlas. Descontentos por el atrevimiento del mortal, ambos desenvainaron sus espadas y lo asesinaron. Y volvieron a reír. El gigante triste y llorando, se enfureció. Gritó haciendo temblar las mismísimas entrañas del Hades, y lanzó al aire la inmensa bola terráquea. Liberado por unos instantes de su carga, atrapó a los dos héroes y apretujándolos entre sí los alzó con el puño clavándolos en el corazón de la tierra, condenándolos a arder eternamente. Ayudándose con el otro brazo compensó el peso y volvió a cargar con su castigo habiendo hecho justicia por su amigo. De eso hace ya mucho; fue el origen del gran terremoto que devastó la tierra.


Fhil

Nada

Le gustaba tan poco lo que veía frente a ella que decidió cubrir el espejo de su cuarto con papel de periódico. Sin embargo, para su sorpresa, aquel espejo nunca le había sido tan sincero: Claudia ya no veía nada, que era justo en lo que se había convertido.

Inma

lunes, 18 de junio de 2007

Que remedio...

Hay enfermedades que no tienen remedio. Y resulta que él sufría una de ellas. No se lo dijeron ni en el hospital ni la familia ni los amigos. Se dio cuenta por si solo, no era complicado. Hacía tiempo que su vida no iba como debería ir.

No le dejaba hacer nada, caía abatido al mínimo esfuerzo. Su ingenio se marcho, su mente menguó y su imaginación se volvió gris, monótona y demasiado seria. Nunca una enfermedad le había causado tanto daño. Lo peor de todo es que esa enfermedad es que es contagiosa y a él no se la contagiaron, simplemente le creció por dentro.

Cansado de no poder hacer nada, no poder dormir, no poder correr, no poder escuchar su música, decidió poner fin, pero para ello tendría que saber a que atacar. Melancolía. No una melancolía cualquiera, si no melancolía por aquello que nunca has tenido.


C!

Buscant racons

He recorregut incansablement aquests territoris arribant en llocs on mai he estat abans. Encara no he trobat el meu racó; encara estic buscant el vent que eixugui les meves llàgrimes.


Zliks


He recorrido incansablemente estos territorios llegando a lugares donde nunca había estado antes. Todavía no he encontrado mi lugar; todavía estoy buscando el viento que seque mis lágrimas.


>Buscando rincones<

Zliks

domingo, 17 de junio de 2007

El viento

Fue su lágrima la que colmó el éxtasis de su nacimiento. Se coló por entre sus pétalos llegando hasta su corazón. Fue entonces cuando extendió sus alas por encima de la hierba, proyectando su sombra sobre el verde campo. Atónito, viéndola desplegarse, se quedó inmóvil. La suave brisa la zarandeaba, y bailaba al ritmo que los pájaros desde los árboles le dictaban. Se secó los ojos con las mangas. Acercó la mano para acariciarla, cuando estupefacto la flor le critica: “No me toques, y apártate que me quitas el sol”. Obediente y estupefacto se hizo a un lado. La florecilla empezó a retorcerse sobre si misma y al ceder empezó a girar en dirección contraria rompiendo su tallo y levitando por encima de todas las cosas. Marchándose con el viento como compañero de viaje, y dejando atrás a su lagrimoso compañero.


Fhil

sábado, 16 de junio de 2007

Soledades

Había estado bebiendo, no por huir él no era de esos, se dejó liar y acabó aguantando la barra de un bar. Bebió por inercia, “porque algo había que hacer”. Cerró con llave la puerta de su casa y se miró en el espejo del recibidor, los ojos cansados las ojeras igual de marcadas que siempre, se pasó la mano sobre la barba de hace cinco días y chistó con la lengua. Se pasó varias veces la mano y el raspado era audible. Bufó y se dirigió a su habitación algo enfermizo. No encendió la luz, no quería ver nada cuanto su mente le pudiera revelar. Encendió el ordenador y le apareció la sesión de ella, que ya no estaba, y entró en la suya. Miró en su buzón electrónico repetidas veces, pero no hubo señales de ella. Desconsolado y bastante ebrio, sin caer en el tópico descontrol, le escribió un correo: “V*****, t* h**** d* m****. T* q*****”. Enviar. Suspiró. Se fue desvistiendo con pesadez, sin ánimo de despedirse de su insomnio. Se desabrochó la camisa torpemente, era el sueño y no el alcohol quien lo aturdía, después mandó despedidas las zapatillas contra la esquina. Los calcetines fueron detrás. Finalmente los pantalones y sus calzoncillos, que se los miró con asco, los repudió. Se acercó al ordenador, seguía sin respuesta. Lo apagó. Un pequeño y tímido haz de luz iluminaba la estancia colándose por entre las persianas. Se tocó por donde la luz le alcanzaba. El calor empezó a acentuarse cuando cerró la puerta de la habitación. Resignado y triste se durmió desnudo sobre la cama, descubierto al mundo. Pasó la noche sollozado inadvertidamente. Ella le dio los buenos días abrazado a él, tocando su nariz con su mejilla, y su cuerpo también descubierto.


Fhil

Javier

Al releer sus cuentos supo que no podía separarse de él. La elección no era tarea fácil: su orgullo o Javier. Veinte minutos más tarde, con la cabeza gacha y la voz profundamente cavernosa, le pidió perdón.

Inma

jueves, 14 de junio de 2007

La ira

Torció el torso esquivando las demás balas. Sus hijos yacieron muertos sobre el asfalto. La explosión lo lanzó a metros de distancia del bar. Al incorporarse, las manos sangrantes se mezclaron con la de su pueblo mientras aún sostenía el detonador.


Fhil

miércoles, 13 de junio de 2007

El cuento de Claudia

En un lugar muy lejano, por donde las estrellas juegan al escondite, más allá del asteroide B 612. Existía un nenúfar flotante. Su tripulación eran unos renacuajos aventurados, exiliados de su planeta como otras tantas criaturas. Cogieron sus naves y partieron a la búsqueda de un nuevo hogar, lejos de la desgracia de su mundo. Los renacuajos que siendo tan pequeños y ligeros eran los más avanzados en su partida, buscaban incesantes aventuras y emociones. Visitaron Rugido-3 donde domaron a los hombres-león nativos. Surcaron por las corrientes de aire del planeta Bocanada. Lucharon contra las hormigas pez en Charca, cerca de la Vía Láctea. Y así vinieron, las amebas voladoras, los mosquitos culturistas, los bebés araña, así hasta un centenar de planetas y criaturas con las que vivieron innumerables aventuras y anécdotas. Hasta que crecieron tanto que estuvieron a punto de convertirse en ranas. Entonces su nave dejó de ser la más veloz, y ya apenas había espacio para ellos en el nenúfar. Decidido, el “renacuajo” capitán de la nave y por decisión democrática pusieron rumbo a un planeta donde poder ser ranas y ver crecer a sus renacuajos. Pero pasaron las semanas y no encontraban su lugar, los más mayores ya eran ranas y en el nenúfar apenas cabía un anca. La nave empezó a perder el empuje que ya de por sí era poco. La situación se volvió alarmante. Fue justo cuando el último “renacuajo” se convirtió en rana, que las ranas más adultas ya estaban poniendo sus huevos. Afortunadamente, el capitán que llevaba días buscando en el oscuro del universo un planeta para sus amigos se encontró con una galaxia en forma de caña de estanque. Feliz transmitió la noticia a la tripulación. Hablaron como adultos durante horas y comprendieron que no llegarían nunca allá a ese ritmo, ni sus crías tampoco. Finalmente y tras el último huevo de la rana más joven, decidieron que como ellos ya habían vivido muchas experiencias y habían disfrutado mucho de sus vidas, no era justo que sus crías compartieran su mismo destino. Introdujeron todos los huevos dentro del pétalo de emergencia, programaron su destino, y todos tristes pero contentos se despidieron deseándoles las mismas aventuras que ellos habían corrido. El pétalo arrancó veloz y en un minuto se convirtió en un punto más del universo. Atravesó la atmósfera e impactó en el agua haciendo saltar a los renacuajos de sus huevos, mientras gritaban contentos y se salpicaban unos a otros con su colita. Las ranas, felices por haber tenido una vida plena, posaron sus cuatro ancas y entraron en el sueño mientras nadaban por el espacio denso.


Fhil

Llamada perdida

Llamaba. Y comunicaba. Volvía a llamar. Y seguía comunicando. La gente tiene su vida, no todo gira alrededor de uno mismo.
Pero aún así volvía a llamar. Esta vez ya no daba señal. La cabeza empezó a funcionar. Se ha enfadado. Se ha molestado. No quiere hablar. En principio, preocupación. Luego arrepentimiento. Entonces vuelven las ganas de volver a llamar. El hombre es el único animal que tropieza cuatro veces con la misma piedra. La señal no aparecía. Se acabó el día y seguía sin dar señal.
Los ojos despiertan y buscan respuestas. Las encuentran en forma de llamadas perdidas. Muchas llamadas. El silencio del móvil no es un buen amigo. En seguida, el móvil da señal. La voz era frágil, muy frágil. La señal… Estaba en un coche y noto la señal. Intento captar la señal. Luego la señal se la llevó. Para no devolverla. La gente tiene su vida, y sin quererlo se la arrebatan, a base de llamadas, señales y desconciertos.


C!

martes, 12 de junio de 2007

Un cuento

Su papá la arropó con la manta, dejando tan sólo visible su cabecita, mientras ella se zarandeaba intentando sacar los bracitos. Finalmente se salió con la suya y su padre sonriendo, le dio las buenas noches, la besó en la nariz y apagó la lámpara. Al darse la media vuelta y aproximarse a la puerta, Claudia salta de la cama deshaciendo todo el cuidado que había tenido el padre y empezó a gritar “Papá, papá, papá. Cuéntame un cuento”. El padre, en parte encandilado, suspira profundamente mirando al techo. Sonriendo se acerca a la cama de Claudia, enciende la lamparita de noche, se recuesta a su lado y le pasa el brazo por detrás para aproximársela. La niña sonriente se reclina sobre su padre y le da toda su atención. El papá empezó.

En un lugar muy lejano, por donde las estrellas juegan al escondite,…

El padre hizo una parada, y al mirar a Claudia estaba totalmente dormida abrazada a él. Se acordó del cuento del caracol astronauta, que le fascinó cómo un caracol podía ser tan rápido como la luz, pero tampoco llegó a saber cómo lo hizo.
Se la soltó de encima con delicadeza, la arropó con cuidado, la besó en la nariz y después en la mejilla. Dormida murmuró: “…cuéntame un cuento…”. Su papá le contestó: “Mañana”.
Y apagó la lámpara.


Fhil

lunes, 11 de junio de 2007

El niño y la rana

Comía las bolas de arroz sentado sobre una seta verde que le dejaba los pies colgando. El cielo lucía como siempre, un rosa radiante. El agua cristalina combinaba y se esmeraba por asemejarse con su entorno. Las plantas relucían un increíble amarillo clorofila. Todo estaba en orden y armonía. Le daba mordiscos inmensos a las bolas mientras observaba anonadado el paisaje. Las rapaces volaban raso sobre el agua buscando alguna descuidada víctima. Algunos roedores merodeaban por donde el atónito niño se sentaba. Se veían las mariposas alborotadas ir de un lado a otro. Entre tanta natura, el niño rompió su aletargamiento y giró la cabeza tratando de grabar una panorámica. Al terminar de hacerla y volver a fijar la mirada en el horizonte se encontró con una rana enorme, cuyos ojos eran tan grandes como sus manos. Se miraron perplejos. Ninguno se movió. La rana olfateó brevemente y de un lengüetazo inesperado le lamió toda la cara. Al poco rato, y el niño chorreando de las babas del anfibio, se miraron. La rana le vuelve a olfatear, y el lengüetazo esta vez va para la bola de arroz que acababa de empezar. Con la boca abierta, sin palabras, se le queda mirando. La rana igual de tranquila, lo imita. Se cansa, de un salto se da media vuelta y de un brinco se zambulle en el agua.Goteando babas por todas partes, el niño abre la bolsa, mete la mano y saca otra bola de arroz que enseguida se empieza a comer, mientras abstraído se queda mirando el espectáculo.


Fhil

¿El trench de la suerte?

Andrés, 29 años, licenciado en publicidad y relaciones públicas, soltero y siempre a la última. Un martes 5 de octubre de 2006 le comunican que no le van a renovar el contrato. Dos semanas después, aburrido de estar en casa, decide invertir el finiquito en un trench de segunda mano: 35 euros, de Burberry, color beige, de algodón, con trabillas sobre los hombros y diez botones grabados. De no ser porque desconocía el significado de la palabra amor, hubiera dicho que aquello había sido amor a primera vista. Esa misma tarde, recibía una llamada del sr. Gutiérrez ofreciéndole 2100 euros por trabajar en su empresa ocho horas diarias.

Octubre, noviembre y diciembre pasaron volando. Andrés y su chaqueta se habían convertido en lo mejorcito de la empresa, ascendiendo de puesto en dos ocasiones. Cuando sus amigos le preguntaban el por qué de tanto éxito, el joven lo tenía claro: el trench. Enero fue bastante frío hasta que conoció a María, la hija del jefe. Estaban locos el uno por el otro pero a la joven no le gustaba que Andrés llevara todos los días la misma chaqueta. Una noche en el Fantástico, Andrés tenía tantas ansias de saborear la dulzura de María que no quiso esperar, como de costumbre, a la última canción y olvidó con las prisas su trench en una esquina del local. Cuando volvió al club tres horas más tarde ya no estaba.

Febrero volvió a ser frío y gris. Andrés había echado de casa a María tras lo ocurrido la última noche y en la oficina las cosas iban de mal en peor. Pero una noche la joven llamó a su puerta. Llevaba en la mano el trench de Andrés. Sabía cuánto significaba para él y se había pasado cada una de sus tardes libres en tiendas de segunda mano hasta encontrarla. Esa noche, después de arrodillarse y suplicar a María una segunda oportunidad, la cama ardió hasta que salió el sol. Así cada noche.

Los meses se esfumaban como antes, llenos de éxitos y satisfacción pero una tarde, María pidió a Andrés que se pusiera otra chaqueta para ir a cenar con sus padres. Ante la negativa del joven, María, encolerizada por tanto disparate, le dio a elegir: el trench o ella. Andrés eligió lo primero.

La vida parecía sonreírle de nuevo. En el trabajo le iba como siempre; había perdido a María pero con dinero pronto podría sustituirla. En Mayo el sr. Gutiérrez le ordenó subir a su despacho. Le esperaba con una pila de revistas de moda.
–¿Ve estos anuncios, Andrés? Esta primavera se llevan las americanas y no ese trench anticuado que me lleva en todas las conferencias. O renueva su armario de una vez por todas o tendré que despedirle.

Pero Andrés se negaba a separarse de algo tan importante para él. ¿Qué iba a hacer sin su trench? Un mes después estaba en la calle. Se pasaba los días encerrado en casa observando aquella chaqueta. Tenía aquel maldito trench pero no a María. Entonces comprendió lo que significaba estar enamorado.


Inma

domingo, 10 de junio de 2007

Café

Se recostó sobre el marco de la puerta. Vestía una de sus camisas blancas semi abrochada, la llevaba ladeada dejando al desnudo uno de sus delicados hombros. La transparencia de la camisa dejaba percibir uno de sus pezones, relajados. No llevaba las bragas y el muchacho se excitó. En una de sus manos llevaba una humeante taza de café, a la que le daba pequeños sorbos no sin antes soplar por encima suavemente para templarlo. Se fue acercando tranquilamente, paso a paso, contoneando las caderas compasadamente. Se puso sobre él, le lamió los genitales, le besó la punta de su miembro y le vertió el café. Las cuerdas hizo que el joven empezara a retorcerse inútilmente, sacaba y contraía la pelvis con el fin de aliviar el dolor. Ella le puso la mano sobre el vientre para frenarlo, se agachó y limpió todo el café vertido con su lengua. El muchacho respiró aliviado mientras que dos lágrimas recorrían sus mejillas. Y seguidamente se le iluminó una sonrisa de satisfacción. La joven levantó su rostro de entre las piernas del muchacho, se le acercó airada y lo abofeteó mientras se reía. Después de varias bofetadas, el muchacho satisfecho contestó:
“¿Ya te has cansado? ¿O es que te has quedado sin ideas?”


Fhil

Suspendida

En clase de literatura le habían mandado escribir un texto erótico. Como lo había dejado para el final, disponía solo de dos horas antes de entregarlo. Se preparó frente al ordenador, puso de fondo el último de Arab Strab y esperó a que se le ocurriera algo. Cuando se dio cuenta, tenía el sexo húmedo y sus dedos olían a hierbabuena. Lo expresó por escrito y acto seguido se dio un baño. De no revivir en la bañera lo sucedido, hubiera llegado a tiempo a clase.

Inma

Aprobada

En clase de literatura le habían mandado escribir un texto erótico. Como lo había dejado para el final, disponía solo de dos horas antes de entregarlo. Se preparó frente al ordenador, puso de fondo el último de Arab Strab y esperó a que se le ocurriera algo. Cuando se dio cuenta, tenía el sexo húmedo y sus dedos olían a hierbabuena. Ahora solo le quedaba expresarlo por escrito.

Inma

sábado, 9 de junio de 2007

Ocaso

Contaba sus lunares mientras dormía. Medio desnuda en la cama observaba como sus pechos eran suavemente tapados por las sábanas de algodón. Dejaba su espalda al aire, y en su cuello un mar de alineados lunares se encaminaban a recorrer su blanca piel. Sus poros, ahora ya relajados, estaban iluminados por la luz que se colaba por las persianas. Yo me tuve que levantar a observarla, no podía permitir el perderme algo tan maravilloso. Me senté en la butaca y centré mis ojos en su cuerpo. Su rostro sereno, dulce, despreocupado. Sus labios aún estaban rojizos del frenesí de la noche anterior. Su cuerpo, arropado por las sábanas, mostraba su figura con arrugas como el de una mariposa a punto de manar de su crisálida. Sentí un escalofrío, mi piel desnuda y mi vello se erizaron. Me froté los brazos y cuando la volví a mirar, era yo el observado. Me miró con cara de felicidad, sonriéndome. Se levantó mostrándome todo su sexo, a la vez que se cubría la espalda con la sábana, y se dirigió hacia mi. Acercó su cara a la mía para besarme, el beso de los buenos días era algo nuevo para mí y me gustó. Sin mediar palabra se sentó sobre mí, me miró y me tapó encajándose a mi cuerpo como si fuéramos un puzzle perfecto. Noté su calor, su esencia escurriéndose sobre mi muslo izquierdo. La aparté, la miré y esta vez fui yo quien besó primero. Quería que recordara lo que significaba para mi. Ella introdujo la mano intercediendo entre los dos cuerpos e hicimos el amor. Lentos, sin prisas, no queríamos que se acabara nunca. Acabamos cuando agotamos todas nuestras reservas de caricias. Se durmió sobre mí. Abrazados. Supe que me iba ir con ella. Y yo también me dormí.


Fhil

Estimada àncora

No recordo els mesos perduts navegant sense rumb entre el mar de dubtes constants. La solitut i la infelicitat m'atormentaven cada instant sense terra a la vista, fins a trobar-te entre aquelles aigües perdudes de la vista de l'home. Tu em vares encorar a la vida i em vas ajudar a trobar la costa. Fores el meu primer amor i seràs per sempre el meu darrer.

Zliks


No recuerdo los meses perdidos navegando sin rumbo entre el mar de constantes dudas. La soledad y la infelicidad me atormentaban cada instante sin tierra a la vista, hasta encontrarte entre aquellas aguas perdidas de la vista del hombre. Tú me anclaste a la vida y me ayudaste a encontrar la costa. Fuiste mi primer amor y serás por siempre el último.

>Querida ancla< Zliks

viernes, 8 de junio de 2007

Sixplan

La gorda C entró disimuladamente vistiendo unas gafas anchas. La gorda A, que vestía una blusa estampada con flores, estaba hablando con el farmacéutico donde se veía reflejado en sus gafas de sol. La gorda C se posicionó justo delante del vigilante de seguridad obstruyéndole la visión del establecimiento. La gorda B, mucho más discreta aún, estaba ojeando unos productos de sustentación corporal. De repente la gorda A empieza a gritar al farmacéutico y lo empuja hasta mandarlo al suelo. El vigilante acto seguido fue aplacado por la gorda C. En el mismo instante la gorda B ejecuta el plan seis y se lo lleva cruzando corriendo por la puerta. A la vez que la gorda A y la gorda C la siguen sin perder un segundo. Al salir el vigilante a la calle la gorda A, B y C ya habían desaparecido. La policía les informó que esa fue la sexta farmacia en la que se desplegaron las gordas.


Fhil

¡Feliz Cumpleaños!

Ni un solo alfiler cabía en el comedor. La habitación estaba irreconocible: había globos y serpentina por todas partes, banderitas colgando del techo, fotografías suyas pegadas por la pared... No faltaba nadie: el padre de Daniela, su hermano, familiares más allegados, algunos vecinos, amigos, su novio, amigos de su hermano, incluso su profesora de inglés; y todos y cada uno de ellos con un gorrito fluorescente y un rollo de serpentina en la mano esperando a que Daniela soplara las velas.

Estaban todos efusivos y alborotados. Aquellas sonrisas desbordantes y tanto vocerío desaforado empezaban a incomodar a la joven. Era ella quien cumplía 22, no ellos; además, no entendía el por qué de tanta felicidad. De repente, casi dejándola sorda, alguien le anuncio al oído el momento más esperado.
−¡Cumpleaños Feliz, Cumpleaños Feliz, te deseamos todos Cumpleaños Feliz! ¡Bien! ¡Bien! ¡Pide un deseo, Daniela! ¡Corre, venga, pide un deseo! − Gritaban sus amigos.

Y Daniela desapareció.

Al cabo de dos minutos, Daniela estaba sentada con su madre y uno de sus mejores amigos en una nube densa y blanca. En el cielo todo el mobiliario estaba hecho con nubes.


Inma

jueves, 7 de junio de 2007

¡Susto!

Esmeralda sacó a escondidas el collar de perlas exóticas de su madre, que miraba el televisor en el comedor. Al probárselo vio que las perlas apenas brillaban y se lo quitó. Frustrada fue a dejarlo al joyero cuando se le rompió la cadena. ¡Maldita sea, había quedado con Javier en cinco minutos y ahora esto! Había perlas por todas partes, alineadas una detrás de otra. Las recogió una a una hasta llegar a la última, cuando se incorporó tenía a su madre de frente, sentada en el sillón.


Inma

Palabras

¿Cómo alzar la voz al viento con una opinión sin que ésta sea arrastrada? ¿Y cómo saber esquivarla cuando es malinterpretada? Eso se preguntó durante horas, acurrucado en su viejo diván. Sobre él pesaban los años ante las viejas mesas de la biblioteca nacional del reino, adquiriendo cada día una opinión distinta, un punto de observación más amplio, aprendiendo sobre toscos y gastados libros lo que la gente destruía en las guerras. Le pesaba el saber. Le atrapaba en un mundo donde sólo él podía llegar. Se marginó para no herir. Para no ser herido. Tal fue así su devoción, que un mal nacido día se decidió por proteger el conocimiento y la cultura. Comenzó a narrar la historia del reino, desde el punto de vista que los libros le habían dado y de los rumores que siempre circularon entre el pueblo. Reconstruyó los orígenes heráldicos y los nacimientos genealógicos de los gremios. Todo fue aceptado hasta que llegó a los poderes feudales regentes. Sabía de las atrocidades de las que eran responsables nobleza y clero, y no quiso contenerse. Alzó su pluma como estandarte de la verdad y del amor hacia su raza, el hombre. Escribió tomos y tomos de verdaderas injusticias, de frías crueldades y de sentimientos reposados sobre las sienes del pueblo domado. Hasta que llegó a su día presente. Entonces se acomodó en su diván, acurrucado. Meditó días sobre su situación hasta que un alboroto le incitó a asomarse por la ventana. Dolido, vio como su amado pueblo exigía su muerte o su exilio, fue una tristeza para él ver como su pueblo coaccionado lo amedrentaba. Comenzaron a asaltar el maltrecho fortín. Apenado escondió sus pensamientos del ignorante idealismo contemporáneo. Se tumbó sobre su maltrecho diván, que tantas noches le acompañó en sus desvelos, y cerró los ojos concertándose en conciliarse con algún memitim. Sus ideas, sus implacables verdades siguen escondidas en algún lugar, ansiando ser encontradas, esperando un padre que se atreva a liberarlas y volver a escribirlas.

Fhil

El miedo

Nació con dos puntiagudas protuberancias en la cabeza, una a cada lado. Unos centímetros por encima de las orejas. Casi tan largas como sus bracitos. Lloró la madre, se horrorizó el padre, se asquearon los doctores y la comadrona. Y él, de haber tenido uso de la sinrazón, hubiera sentido repulsión hacia sí mismo.

La ciencia había muerto tiempo atrás. Su terror a la Evidencia había empujado a la humanidad a refugiarse de nuevo en la espiritualidad. El Camino venía de nuevo trazado por profetas, manuscritos y sacerdotes. Se regresó a los viejos conceptos: Bien, Mal, Orden Divino, Eternidad.

Había una normativa específica para los neonatos con cuernos. Detallaba, paso a paso, el ritual que se debía seguir en caso de que se alumbrara uno. Los Cornudos eran, rezaba el texto, engendros malignos, pedazos de Averno a los que se les debía facilitar el regreso a las llamas.

Fueron los propios doctores los que se encargaron de perpetrar el acto de salvación. Ataron al bebé de pies y manos con una soga roja. Dejó de llorar. Ayudaron a la madre, convaleciente y con los ojos hinchados, a ponerse en pie. Aún sangraba, pero no se molestaron en detener la hemorragia. Los condujeron a ambos al atrio.

No fue necesario hacer preparativos. Todo estaba en su sitio, puesto que habían practicado la salvación pocos días antes. Un gran círculo de piedras rojizas. Leña amontonada en su centro.

Una vez las llamas fueron lo suficientemente altas, se pronunciaron las palabras correspondientes al acto, y dos de los médicos agarraron a la madre por los brazos. El bebé tenía los ojos abiertos como platos, mirando a su alrededor con curiosidad. Los arrojaron al círculo.

Y, por supuesto, no hubo relámpagos en el cielo, ni la tierra se estremeció. Por supuesto.

Javier J.

Dies d'interrail

Fòrem realistes per primera vegada quan ens vam trobar a l'avisme dels dies plàcids. Se'ns havien esfumat tots com sorra entre els dits deixant tansols una latent emprenta més dura que trepitjar aquelles pedres amb peus nus o que aguantar el contundent vent de tardor que ja feia uns dies que es deixava sentir. Arreu tot havia tornat a la normailitat i la nostra fi s'aproximava inexorablement. Véiem caure el darrer dels dies des d'aquella paradisíca platja mentre intentavem acabar d'aprofitar cada un dels moments de plaer que els segons ens donaven mentre de fons, la fi s'acostava. Hauriem de passar molts mesos de diària rutina per tornar a poder gaudir d'un paradís com aquell. L'espera se'ns faria eterna, però sense cap dubte, valdria la pena.

Zliks



Fuimos realistas por vez primera cuando nos encontramos en el abismo de los días plácidos. Se nos habían esfumado todos como la arena de entre los dedos dejando tan sólo una latente imprenta más dura que el pisar aquellas piedras con los pies descalzos o que aguantar el contundente viento de otoño que ya hacía unos días que se dejaba sentir. Por todas partes todo había vuelto a la normalidad y nuestro final se aproximaba inexorablemente. Veíamos caer el último de los días desde aquella paradisíaca playa mientras intentábamos acabar de aprovechar cada uno de los momentos de placer que los segundos nos daban mientras de fondo, el final se acercaba. Tendríamos que pasar muchos meses de diaria rutina para poder volver a disfrutar de un paraíso como aquel. La espera se nos volvería eterna, pero sin duda alguna, valdría la pena.

>Días de interraíl<
Zliks

miércoles, 6 de junio de 2007

Cincuenta escalones

Hacía días que el sol no brillaba con tanta intensidad, lo que le hacía sentirse todavía más apagada, rodeada de todas aquellas paredes. Una vez hubo desayunado, se vistió y recogió la mesa. Disponía aun de 15 minutos hasta que llegara su compañero de trabajo y ahora ex novio: Fran. Así que cogió el balde con la ropa, el saco de las pinzas y cerró de golpe.
− -49, -48, -47, -46, -45, -44… − Decía mientras dejaba caer una pinza en cada escalón.
Cuando llegó a la terraza puso las cosas sobre una de las barandillas. Aun le quedaban 3 minutos.
A las 8:57 Fran pedía a un vecino de la escalera que por favor le abriera la puerta. Al llegar al rellano de Sara dedujo por las pinzas dónde estaba.
− Te ruego que me perdones, necesito que vuelvas conmigo. − Se repetía impaciente.
En el escalón 50, tomó aire y se aseguró a sí mismo que todo iría bien. Pero Sara no estaba. En ese mismo instante escuchó la sirena de una ambulancia y gritos estridentes que venían de abajo.


Inma

Insomnia

Tres noches sin pegar ojo. El goteo del grifo estropeado. El tic tac del reloj, constante. Hasta las ondas hertzianas... Lo llegué a percibir todo, y a la vez no fui capaz de conciliarme conmigo mismo. Cuando parecía que empezaba una tregua con mi cuerpo. Cuando todo parecía que se fundía con suavidad, delicadamente, y el velo de las danzas del sueño me hipnotizaban…, justo, justo en el momento justo de abrazar a Morfeo, un golpe seco en la cabeza me secuestraba de mi anhelado descanso. Era la decimosexta vez que me sucedía. Siempre después de cada golpe se oían unos suaves pasos apresurados huyendo por el pasillo y una casi imperceptible sonrisilla traviesa disgregada en el aire. No sé si fue la cantidad de miedo acumulado o bien la ira por el sueño codiciado, el caso es que me levanté y me introduje a tientas por el pasillo. Los sentidos se agudizaron, sentía mis latidos bombeando la sangre apresuradamente por todo el cuerpo, preparándome para cualquier cosa que fuere aquello que me perturbaba, el suelo bajo mis pies desnudos sentían el frío que el resto del cuerpo ignoraba. Avancé por el pasillo hasta que llegué a divisar una figura de mediana estatura. En ese momento me detuve, a la saliva le costaba bajar por mi garganta, y un espasmo del espanto me inmovilizó… Quise correr, darme media vuelta y correr, atravesar el pasillo cerrar las puertas y defenderme como un animal herido atrincherado en un nicho. Pero no pude. Inmóvil, me vi obligado a escudriñar en lo oscuro hasta descubrir a una niña. ¿Una niña en mi casa? Empecé a balbucear, intentando de forma alguna preguntarle algo. Tarde fue cuando la niña de pelo negro azabache y un vestidito azul ya se encontró frente mí, y con una risa burlona me empujó con rabiosa fuerza. Me tambaleé y con el empujón se fue mi inmovilidad. Por unos instantes miré a la niña que empezó a contraer su abdomen mientras cogía aire, y acto seguido expulsó como poseída un grito lejano a nuestro mundo, su cara se desencajó y la mandíbula parecía totalmente desunida…, los ojos se cernían oscuros y negros por las sombras. Fue el propio corazón que empujó de mi hacia la habitación atravesando las puertas y cerrándose por sí solas a mi paso. Cuando me hube encontrado arrinconado en una esquina, me agazapé sin perder de vista las puertas. Las horas pasaron y el sueño cubrió su manto sobre mí. Fue cuando me conciliaba con los sueños que las puertas vibraron frenéticas y una risa socarrona se burlaba de mi. El sueño se fue y me arrinconé aún más. Maldecí más que nunca el invierno en Napapiiri y su eterna noche sombría.

Fhil

martes, 5 de junio de 2007

Luz de luna

Logré que uno de mis compañeros de pelotón -un soldado con más huevos que McArthur- me acompañara. Al primer canto del gallo, emprendimos la marcha; brillaba la luna como el sol a mediodía. Llegamos a unas tumbas. Mi hombre se para, empieza a conjurar astros; yo me siento, comienzo a canturrear y a contar lápidas. Al rato me vuelvo hacia mi compañero y lo veo desnudarse y lanzar la ropa al borde del camino. De miedo se me abrieron las entrañas; me quedé como muerto: lo ví orinar alrededor de su ropa y convertirse en lobo...

Egon

Una reunión de amigos

Estaban allí todos reunidos, entorno a la mesa rectangular, con rostros satisfechos y sonrientes. Iban vestidos de uniforme, y aquellos que las poseían, vestían condecoraciones de tiempos de guerra. El hombre sentado a la cabeza de la mesa, el que tenía cara de líder, fumaba con pasión un puro largo que había inundado la habitación de humo.
– Compañeros, los buenos tiempos están cerca –dijo, poniéndose en pie y quitándose el cigarro de la boca.
Fue entonces que entraron los hombres del gobierno, un tipo trajeado que gritó un “alto” tranquilo al que siguieron una docena de guardias que rodearon la mesa con sus fusiles.
Las caras de los hombres sentados palidecieron. El líder de los militares, sin embargo, camufló su cara de sorpresa y exclamó, en una franca carcajada:
– ¡Honorable señor...! ¿Y qué nos hará? ¿Llevarnos ante la justicia? !Pero si esto es sólo una reunión de amigos!
Y los otros hombres alrededor de la mesa rieron también, justo hasta que el hombre trajeado replicó:
– No ocurre en nuestra sociedad que solo los malvados y locos militares actúan al otro lado de la legalidad para conspirar y destruir nuestro mundo. Los buenos también somos fríos, general... O eso dijo Maquiavelo, creo. Vamos, muchachos. Disparad.
Las palabras cortaron las risas y las balas rasgaron los cuerpos. El líder cayó el último, más lleno su cuerpo de plomo, pero en verdad ninguno de ellos reaccionó. Balas cortando el aire, fusiles arrojando fuego y humo al aire angustiosamente cargado, y la sangre salpicándolo todo.
Al final, cuando el humo impedía ver nada (fue una suerte que los guardias no se dieran entre sí), y no quedaba ya proyectil alguno dentro de las armas, por estar todos acribillados en los insurrectores, el Jovenzuelo, un guardián joven de cara aniñada, no pudo evitarlo:
– Esto me recuerda –dijo–¬, se parece, a los felices años veinte de los que tanto he oído hablar.

Aleix Ortuño

¿Premio de consolación?

Me gusta escribir aunque sé que lo hago bastante mal. Y sin embargo, escribo continuamente. Todavía no he perdido la esperanza de escribir algún día un cuento tan malo con el que se me recuerde como la escritora más pésima de la humanidad.


Imeta

Salta

Corría sintiendo cómo todas la criaturas fantásticas de su imaginación le besaban y acariciaban el rostro. Feliz, seguía corriendo y sonriendo. El sol altivo reinaba solemne sobre un cielo sin infieles amenazantes, totalitario. Siempre fisgón alzaba orgulloso su corona celeste. Seguía corriendo, un cambio de hierba verde a tierra seca le hace trastabillar y en un acto reflejo adelanta el otro pie, y continúa con su carrera. Sus ojos se empezaron a inundar, lloraba, lloraba sin parar. Y sin parar se frotaba la cara con suavidad para no espantar a sus mimosos compañeros. Lloró sin parar hasta que paró en seco. Sus extremidades no podían seguir sobre el precipitado vacío que se extendía ante sus pies y se prolongaba sobre el reino de cristal. Esclareciéndose los ojos, se tornó sobre sí y miró la radiante pradera, cargada de verde hierbabuena y joven clorofila, recordó al gigante del abrupto valle, y a la resistencia de los hurones en el ataque de las enredaderas. Se acordó de su casa y de cómo con sólo mirar los estampados vegetales del papel de pared se encontró allí, en el estampado. Torció de nuevo su rostro, y dejando atrás otros tantos recuerdos, apretó firmemente sus puños y miró al cielo, alzó la mano. Se despidió de su majestad y acompañada de sus amigos impalpables, saltó. Un ligero grito salió de su garganta, y en su descenso, en lugar de un avance en aceleración fue lo contrario, su caída fue reduciendo la velocidad hasta frenar a dos dedos del agua. Acto seguido las puertas del reino de cristal se abrieron y un hipocampo majestuoso le recibió. Se encaballó en su montura y el agua la anegó. Así fue cómo sus papás le contaban cómo su hermanita mayor, Amelia, se fue a correr aventuras lejos de ellos.

Fhil

La chica de mis sueños

Tuve una novia con la que fui el más feliz.
Apareció sin avisar un día cualquiera, igual que cuando me tocó la lotería.
Y es que me hacía sentir lo mismo que el dinero. La sensación de tenerlo todo inundaba cada momento a su lado.
Amor y placer.
Erotismo sin límites.
Pasión…
Las noches se hacían eternas cuando estábamos juntos. Recuerdo el vibrar de los labios y el encuentro accidental de nuestros pechos en la más ardiente oscuridad…
Recuerdo su incansable generosidad sexual.

Eran tan perfectas las noches que no existía el día entre ella y yo.
Siempre se iba al amanecer, como en las películas, y aunque nunca la vi marchar, sé que permanecía conmigo hasta que sonaba el despertador. Al instante, durante el rápido abrir de mis ojos, desaparecía. Supongo que después de regalarme uno de esos besos de los que nunca fui consciente.


Nacho P.

lunes, 4 de junio de 2007

Normas de la maratón

1. Cada participante aportará un microcuento por día como mínimo.

2. La temática de éstos es libre.

3. Los microcuentos tendrán que constar con la estructura del cuento clásico (título, presentación, nudo y desenlace). Y a partir de esa base, libertad.

4. El ganador será quien más cuentos reúna al final de la maratón, lo que significa que cada participante podrá presentar más de un cuento por día. A cada participante se le permitirán 4 días sin cuentos. Se valorará la originalidad y la riqueza argumental.

5. Microcuento (micro = pequeño) ha de ser de extensión corta. Cuando un cuento se hace largo (que no aburrido) deja de ser un microcuento para ser un cuento. Sin embargo, en vista de la dificultad para determinar la extensión máxima permitida y teniendo en cuenta que hay microcuentos publicados de 1 línea hasta 60 líneas, la extensión permitida en este caso no excederá las 50 líneas.

6. El tamaño de la fuente será 12 y el interlineado 1,5.

7. El premio. Por ahora no hay premio, aunque seguimos buscándolo.

8. La elección del ganador se intentará que se realice por votación popular y un pequeño jurado que estamos aun por reunir. El posible jurado recibirá un mail invitándolo a ejercer como tal.

9. Los interesados en participar postearán en el blog su texto y lo firmarán como suyo. Fhil o yo lo postearemos posteriormente como si fuera una entrada más.

Por el momento, esto es todo.

La maratón dará comienzo el martes 5 de junio a las 00:00 y concluirá el domingo 24 de junio a las 23:59:59.

Buena suerte a todos los participantes!!Os esperamos!!

domingo, 3 de junio de 2007

Primera Maratón de Microcuentos

La cosa va ir así: el próximo martes 5 de junio dará comienzo la primera maratón de microcuentos. No cabe decir que cualquier ciber-curioso y motivado se quiere apuntar, bienvenido sea (lo postea y posteriormente lo colgamos como una entrada más a su nombre). Antes del martes se colgarán las reglas del juego (antes tengo que discutirlas con mi socia).

La maratón dará comienzo el 5 de Junio y terminará en la santa noche del 24 de junio (san Juan).
Próximamente más información.