Logré que uno de mis compañeros de pelotón -un soldado con más huevos que McArthur- me acompañara. Al primer canto del gallo, emprendimos la marcha; brillaba la luna como el sol a mediodía. Llegamos a unas tumbas. Mi hombre se para, empieza a conjurar astros; yo me siento, comienzo a canturrear y a contar lápidas. Al rato me vuelvo hacia mi compañero y lo veo desnudarse y lanzar la ropa al borde del camino. De miedo se me abrieron las entrañas; me quedé como muerto: lo ví orinar alrededor de su ropa y convertirse en lobo...
Egon
martes, 5 de junio de 2007
Luz de luna
Publicado por Fhil Navarro en 23:59
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