lunes, 12 de noviembre de 2007

El escritor de sueños

Debía ser tarde; la luz apenas se filtraba por entre las persianas. Los despertadores volvieron a sonar con desánimo por enésima vez. Una mano se asomó torpemente por entre las mantas y alcanzó a uno de ellos golpeándolo y mandándolo al suelo. Un suspiro alzó las mantas descubriendo el cuerpo desnudo de Henry. Lánguidamente se incorpora y desnudo bajo el manto de la duermevela se dirige, instintivamente, a silenciar al ruido. Se desliza por entre el aire viciado que dioxigenó como cenizas el sueño. Reposa su somnolencia sobre la butaca cegado por sus áridas lágrimas y silenciado por las resecas comisuras de sus labios, que avanzan hasta su garganta. Empieza a escribir impregnado de sueño…
Horas después cuando se supo terminado, se desveló limpiándose las lágrimas. Se apartó de la mesa y se encaminó a la ducha.
Un día más, el sueño cedió arrastrándose por las cañerías, liberando a otro cuerpo.
Henry volvió a ser un tipo consciente y corriente.


Fhil