Se despertó con restos de algodón de azúcar en la almohada, en el pelo y en la cara. Se levantó, resistiéndose en la cama como las legañas a los ojos, y se enderezó. Se pasó el dedo índice por la cara y se lo chupó dulcemente, sabía rico. Se percató de un rastro pies esquivos que huían de su cama; eran de algodón de azúcar.
Fhil
martes, 11 de marzo de 2008
El hombre de algodón de azúcar
Publicado por
Fhil Navarro
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