El tiempo me ha enseñado que las bocas no son más que eso: dos labios, dientes sarrosos y una lengua salivosa que no cuelga por fuera porque no puede. Que terminan donde empiezan y que no llevan a ninguna parte. Ni siquiera la de aquella jovencita de la escuela me enganchó. Chillaba como una gata en celo, me mordía recelosa para que le perteneciera, succionaba mi miembro sin rechistar, limpiaba mis impurezas con su lengua, y aun así la aborrecí. A mis años estoy cansado de erotismo barato. Quien me diera una musa que me enseñara el amor.
Inma
domingo, 27 de abril de 2008
Desgracia en prosa de un poeta
Publicado por inma en 1:52 2 opiniones
Suscribirse a:
Entradas (Atom)