domingo, 17 de junio de 2007

El viento

Fue su lágrima la que colmó el éxtasis de su nacimiento. Se coló por entre sus pétalos llegando hasta su corazón. Fue entonces cuando extendió sus alas por encima de la hierba, proyectando su sombra sobre el verde campo. Atónito, viéndola desplegarse, se quedó inmóvil. La suave brisa la zarandeaba, y bailaba al ritmo que los pájaros desde los árboles le dictaban. Se secó los ojos con las mangas. Acercó la mano para acariciarla, cuando estupefacto la flor le critica: “No me toques, y apártate que me quitas el sol”. Obediente y estupefacto se hizo a un lado. La florecilla empezó a retorcerse sobre si misma y al ceder empezó a girar en dirección contraria rompiendo su tallo y levitando por encima de todas las cosas. Marchándose con el viento como compañero de viaje, y dejando atrás a su lagrimoso compañero.


Fhil