El día gris, teñía lúgubre la ciudad que ya por sí se caracterizaba. La gente, que no era otra que la misma ciudad, andaban taciturnos convertidos en sombras arrogantes y pasivas. Entre medio avanzaba torpe y golpeado por las siniestras sombras. No había rostros, ni detalles en ellos.
Paró en el centro de la avenida, y las tinieblas al unísono le rodearon curiosas en corro. Dejó caer los brazos y disponiendo las manos como si sustuviera algo. Dos pequeñas llamas brotaron de sus palmas, cerró los ojos e inspiró.
Volvió a abrir los ojos y suspiró. No quedó nada en tres cuadras a la redonda, y comenzó a caminar.
Fhil
jueves, 8 de noviembre de 2007
Antropofobia
Publicado por Fhil Navarro en 13:09 0 opiniones
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