lunes, 20 de octubre de 2008

Entre muertos

Mike no entendía de aquellas cosas, simplemente hacía lo que le pedían y todos le sonreían y se iban contentos. Para él era sencillo, salvo cuando se complicaba entonces no le gustaba su trabajo. Los días en los que se manchaba le hacían sentir que no servía para eso pero un par de copas en la taberna le hacían olvidar hasta de cómo llegar a su casa, casi siempre con la cartera vacía, por eso aún no se había jubilado. Un día estando en el depósito, había estado examinando cinco cuerpos todos ellos con conclusiones, a su criterio, satisfactorias. Cuando a última hora entró un cadáver nuevo al depósito y media hora antes de salir significaba horas extras.
Comenzó a examinar el cuerpo, todo parecía normal para un hombre que había sido golpeado en mitad de la noche por un bus nocturno estando éste totalmente ebrio. Cuando le descubrió la cara no podía creer lo que vio. Era su propia cara, reflejada como si en un cristal se tratara. No tenía rostro, su faz era un espejo de muerte. Quizá un oráculo que advertía o tal vez le sentenciaba.


Fhil