Llevo días barajando seriamente la posibilidad de marcharme. Desaparecer sin importarme cómo sobrevivirían sin mí. Se les vendría el mundo abajo. Uno, perdería el regazo del sosiego y del bienestar; el otro, caería enfermo por el estrés. Acabaría arrepintiéndome, seguro, huir en un avión no haría sino estropearlo todo. Sin embargo, deseo con todas mis fuerzas perderlos de vista, escucharlos solo en mis pensamientos y mandarlos callar cuando me aborrezcan, el uno con sus niñerías propias de su edad, el otro, preocupado siempre por lo qué comer y dejar de comer. A ella, su nueva mujer, también la aborrezco y pagaría por verla menos aun, por evitar formalismos y no sonreírle cuando no me apetezca. Sé que cometería un grave error si lo hiciera. A ellos dos, que son los únicos que me importan, les arruinaría probablemente la vida; pero ¿acaso no me la están arruinando ellos a mí?
Releo estas líneas y tiemblo. Querría pensar que no es mi mano la que escribe ni mi cabeza la que dicta. Pero no: soy yo la que habla, YO. Me he convertido en algo que nunca había sido: una egoísta.
inma