jueves, 8 de noviembre de 2007

Antropofobia

El día gris, teñía lúgubre la ciudad que ya por sí se caracterizaba. La gente, que no era otra que la misma ciudad, andaban taciturnos convertidos en sombras arrogantes y pasivas. Entre medio avanzaba torpe y golpeado por las siniestras sombras. No había rostros, ni detalles en ellos.
Paró en el centro de la avenida, y las tinieblas al unísono le rodearon curiosas en corro. Dejó caer los brazos y disponiendo las manos como si sustuviera algo. Dos pequeñas llamas brotaron de sus palmas, cerró los ojos e inspiró.
Volvió a abrir los ojos y suspiró. No quedó nada en tres cuadras a la redonda, y comenzó a caminar.


Fhil

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