domingo, 10 de junio de 2007

Café

Se recostó sobre el marco de la puerta. Vestía una de sus camisas blancas semi abrochada, la llevaba ladeada dejando al desnudo uno de sus delicados hombros. La transparencia de la camisa dejaba percibir uno de sus pezones, relajados. No llevaba las bragas y el muchacho se excitó. En una de sus manos llevaba una humeante taza de café, a la que le daba pequeños sorbos no sin antes soplar por encima suavemente para templarlo. Se fue acercando tranquilamente, paso a paso, contoneando las caderas compasadamente. Se puso sobre él, le lamió los genitales, le besó la punta de su miembro y le vertió el café. Las cuerdas hizo que el joven empezara a retorcerse inútilmente, sacaba y contraía la pelvis con el fin de aliviar el dolor. Ella le puso la mano sobre el vientre para frenarlo, se agachó y limpió todo el café vertido con su lengua. El muchacho respiró aliviado mientras que dos lágrimas recorrían sus mejillas. Y seguidamente se le iluminó una sonrisa de satisfacción. La joven levantó su rostro de entre las piernas del muchacho, se le acercó airada y lo abofeteó mientras se reía. Después de varias bofetadas, el muchacho satisfecho contestó:
“¿Ya te has cansado? ¿O es que te has quedado sin ideas?”


Fhil

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