Su papá la arropó con la manta, dejando tan sólo visible su cabecita, mientras ella se zarandeaba intentando sacar los bracitos. Finalmente se salió con la suya y su padre sonriendo, le dio las buenas noches, la besó en la nariz y apagó la lámpara. Al darse la media vuelta y aproximarse a la puerta, Claudia salta de la cama deshaciendo todo el cuidado que había tenido el padre y empezó a gritar “Papá, papá, papá. Cuéntame un cuento”. El padre, en parte encandilado, suspira profundamente mirando al techo. Sonriendo se acerca a la cama de Claudia, enciende la lamparita de noche, se recuesta a su lado y le pasa el brazo por detrás para aproximársela. La niña sonriente se reclina sobre su padre y le da toda su atención. El papá empezó.
En un lugar muy lejano, por donde las estrellas juegan al escondite,…
El padre hizo una parada, y al mirar a Claudia estaba totalmente dormida abrazada a él. Se acordó del cuento del caracol astronauta, que le fascinó cómo un caracol podía ser tan rápido como la luz, pero tampoco llegó a saber cómo lo hizo.
Se la soltó de encima con delicadeza, la arropó con cuidado, la besó en la nariz y después en la mejilla. Dormida murmuró: “…cuéntame un cuento…”. Su papá le contestó: “Mañana”.
Y apagó la lámpara.
Fhil
martes, 12 de junio de 2007
Un cuento
Publicado por Fhil Navarro en 23:59
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