Hay enfermedades que no tienen remedio. Y resulta que él sufría una de ellas. No se lo dijeron ni en el hospital ni la familia ni los amigos. Se dio cuenta por si solo, no era complicado. Hacía tiempo que su vida no iba como debería ir.
No le dejaba hacer nada, caía abatido al mínimo esfuerzo. Su ingenio se marcho, su mente menguó y su imaginación se volvió gris, monótona y demasiado seria. Nunca una enfermedad le había causado tanto daño. Lo peor de todo es que esa enfermedad es que es contagiosa y a él no se la contagiaron, simplemente le creció por dentro.
Cansado de no poder hacer nada, no poder dormir, no poder correr, no poder escuchar su música, decidió poner fin, pero para ello tendría que saber a que atacar. Melancolía. No una melancolía cualquiera, si no melancolía por aquello que nunca has tenido.
C!
lunes, 18 de junio de 2007
Que remedio...
Publicado por Fhil Navarro en 23:57
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