sábado, 15 de marzo de 2008

Allá, aquí al lado

Su sonrisa por fin apareció. Sonrió abriendo maravillosos surcos por donde la sequía del mundo muere. El mapa de sus labios nos llevaría a los lugares donde no deberíamos existir por voluntad; mapa que sólo podemos robar. Estiró el brazo como si intentara alcanzar aquella estrella que una vez le prometieron, y que nunca se la dieron. Ovillada compite contra la luna. Respirando reta a Eolo a una carrera de imperceptible disimulo. Los espías del viento susurran en la lengua de las moscas las novedades y bochinches del vasto territorio que es su habitación. El manto azul grisáceo casi negro, es el velo de la estancia, el manto con el que se cubren los sueños, la mano invisible que mece sus mejillas y la besa en la frente como negros ángeles custodios. La negrura se desvanece, muere. La luminiscencia nace, vientre de una luciérnaga, perdura.
Es hora de despertar.


Fhil

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