Se puso los tacones y caminó por el pasillo hasta la cocina.
— Estás guapísima, cariño. ¡Madre mía!
— Gracias.
Mario no reaccionaba, permanecía embobado mirándola, como encantado por su presencia.
— Voy a ir a por más cava. Con el que han traído ellos no tenemos bastante.
— mmm, vale pero Celia ha traído dos botellas...
— Me apetece seco; ahora vuelvo.
— Pero no tardes, son ya las doce menos veinte. En nada empiezan las campanadas.
Mario se acercó a ella y agarrándola por la cintura la besó deseándola más que nunca.
Lola se despidió con un “hasta ahora” de sus amigos, volvió a besar a Mario, cogió el bolso y cerró la puerta con decisión.
— ¿Javi, dónde estás?
— Sigo en el Luxus.
— Bien.
— ¿Estás segura?
— Sí.
Lola se subió al primer taxi que vio.
— ¿Dónde la llevo?
— Al Luxus, por favor.
Imeta