sábado, 27 de octubre de 2007

Hielo

El frío había caído sobre la ciudad. Desde la ventana se podía observar cómo la vida se había detenido, el mundo entero se había guarecido en sus casas. Por las calles corrían de arriba abajo el viento invisible, las hojas visibles y los vagabundos como mobiliario estático de la ciudad. Las cristalinas ventanas brillaban desde las frías fachadas de los edificios. Algunas proyectaban su cálida luz naranja sobre las fachadas vecinas, otras simplemente mostraban sus sombras tras discretas cortinas, unas pocas miraban por entre los ojos de las persianas. Tras ellas; familias reunidas, ancianos solos, solteros resignados, jóvenes con gatos, mujeres coqueteando con sus espejos, padres de familia viendo en su oscuridad el partido la jornada. Y en las ventanas oscuras, que son los párpados del compacto hormigón, cansados hombres descansan de su quehacer cotidiano, niños sueñan con las tierras de Nunca Jamás, los amantes se someten golpeándose con sus labios.
El frío ha caído sobre la ciudad. La ciudad se ha quedado fría.


Fhil

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