domingo, 7 de octubre de 2007

7-oct

Había pasado un año desde entonces. Seguía siendo la misma, solo que en otra ciudad y rodeada de otra gente. Había dejado la faena de casa para continuar con sus estudios. Ahora vivía en un piso alquilado con su mejor amiga, volvía a gastar dinero en ropa y sonreía a menudo. Sustituyó a su padre y hermano por un chico de la ciudad. Pasó de preparar la cena para las nueve en punto a cenar con su amante entre polvo y polvo. Abandonó los emails e Internet para centrarse en sus apuntes y traducciones.

¡Qué bien, qué adulta, qué responsable, qué valiente, y qué vida tan buena tiene por delante!- Pensaba cualquiera que la conociera. Ella, que se conocía mejor que nadie y no necesitaba llorar para verse mal, sabía que sí seguía siendo la misma: la misma en quien se convirtió la noche en que vio morir a su madre.

Imeta

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