domingo, 8 de julio de 2007

Moscas

La habitación estaba completamente iluminada por la luz de la media tarde. El blanco de las paredes no ocultaban nada. Desde la ventana se podía apreciar un intenso cielo azul. Una ligera brisa, algo fría, se colaba por la ventana abierta. La piel de ambos se erizó. Él estiró un poco el brazo y con un pequeño contoneo se aproximaron los cuerpos de él y ella y el calor y el susurro en la nuca de ella hizo que la temperatura de sus cuerpos se restableciera. Dormían apacibles. Aunque más que dormir estaban disfrutando del roce, del calor de sus cuerpos que repelían al frío, del silencio de la siesta. De su olor a frambuesa que aunque nunca le gustó, le fascinaba. Una mosca veraniega intentó estropearles el momento y justo cuando se acercaba a ella, ésta reaccionó con un manotazo que la mandó aturdida hacia la ventana. La sensación le produjo tal escalofrío que él tuvo que apretarla más contra sí, mientras que ella se frotaba la mano sobre los pantalones de él y él le besaba en la nuca.


Fhil

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