Crucé el umbral del último peldaño.
Por el triste y grisáceo andén se me cruzaban personas que jamás había visto y que jamás volvería a ver. Una música cálida había llegado hasta mis oídos en el momento en que me detuve en la precipitada muerte del umbral de un escalón. Un joven cantaba con su aguda voz mientras hacía el amor con su guitarra. Todos le miraban y el muchacho tan sólo acariciaba las cuerdas y cerraba los ojos para estar a oscuras. Miré al su suelo y no había nada. Me pareció mucho más poético por el echo de no pedir limosna. Poco a poco el andén se fue abarrotando y las notas seguían su curso natural. Pensé que era, todavía, aún más poético que mi final tuviera banda sonora. Además, me gustaba la canción.
El letrero indicaba que en veinte segundos aparecería el tren. Me comencé a acercar al borde de la andana, para bajarme a las vías, en el momento que atisbé a la luz salir huyendo de la oscuridad. Pero alguien se me adelantó saltando a las vías de forma torpe, no cómo lo hubiera hecho yo. Al alzar la vista, se lo llevó la luz.
La música cesó, la gente gritó, otros se desmayaron, (…)
Yo vi todo aquello desparramado y pensé que prefería otra forma más…, poética.
Fhil
lunes, 2 de junio de 2008
Poesía
Publicado por Fhil Navarro en 5:58 2 opiniones
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